sábado, 17 de octubre de 2015

Posted: 10 Oct 2015 03:20 PM PDT
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Kaci Ullman, empresaria y política conservadora, dio a conocer la decisión del Comité Noruego del Nobel: darle el premio de la paz al Cuarteto Nacional de Diálogo de Túnez.
En un inglés con cadencia nórdica, la empresaria y política conservadora Kaci Ullman dio a conocer el viernes la decisión del Comité Noruego del Nobel: darle el premio de la paz al Cuarteto Nacional de Diálogo de Túnez por su “decisiva contribución a la construcción de una democracia pluralista” en ese país “en el despertar de la Revolución de los Jazmines entre 2010-2011”.
El controvertido premio, que ha galardonado a figuras como el presidente estadounidense Barack Obama justo cuando arreciaba la política guerrerista de la Casa Blanca en Oriente Medio, esta vez derribó las quinielas a varios candidatos, pero su decisión no deja de despertar suspicacias.
La revolución tunecina, opacada en la opinión
 pública occidental por la incursión de la OTAN en 
Libia y los intentos de derrocar al gobierno de 
Bashar Al Assad en Siria, se mantuvo en una 
convulsión desde 2011 que -según el veredicto del
 Nobel- fue apaciguada por el “diálogo nacional” del 
Cuarteto. Sin embargo, los hechos dicen lo
 contrario.
En 2010, las imágenes de multitudinarias manifestaciones en contra del mandatario Zine El Abidine Ben Alí inundaron la televisión mundial. El gobierno tunecino, que había sido respaldado durante 24 años por Estados Unidos se tambaleaba con una insurrección popular que mostraba pancartas con la palabra “¡Lárgate!”.
En enero de 2011, el mandatario cayó. Su huida fue a Arabia Saudita. Lo que siguió después fue la evidente tensión entre sectores como el laicismo y el islamismo, así como las protestas en contra del gobierno de transición, liderado por factores islamistas del grupo Ennahda en la figura de Moncef Marzuki, quien logró ganar por estrecho margen ante la falta de acuerdo entre las diversas corrientes de izquierda.
Esa situación generó la polarización entre la facción gubernamental y los “benalistas”, adeptos al antiguo gobierno, comandados por Béji Caïd Essebsi; este último fundó el partido Nidaa Tounes y para maquillar su estrecha vinculación con el dirigente depuesto, buscó alianzas con una franja de “izquierda” junto a parte de la burocracia sindical.
La bipartidización entre facciones que mantenían las mismas filiaciones políticas del gobierno derrocado dio vida al Frente Popular, como una tercera vía con una vanguardia de izquierda revolucionaria. Sin embargo, la aparición de otros actores resultó “inaceptable” para la clase dirigente.
“Los defensores de la antirrevolución dispararon en dos ocasiones y asesinaron a dos de los dirigentes más destacados de esta nueva formación: Chokri Belaïd y Mohamed Brahmi”, explica el periodista tunecino Hamadi Aouina en su artículo titulado “El parto de los montes de la Conferencia de Hammamet del Frente Popular de Túnez, Pobres resultados tácticos y programáticos”, publicado en el portal web Rebelión.
Belaid tenía 48 años y era el líder del Movimiento Patriótico Democrático Unificado, fuerza marxista y panarabista que forma parte del Frente Popular. Era, junto a Hamma Hamami, el dirigente del Partido de los Trabajadores, la cara más visible y popular de la recién nacida coalición de izquierdas.

La acción del Cuarteto

El asesinato de ambos dirigentes desató nuevamente protestas multitudinarias. El primer ministro en ese entonces, Hamadi Jebalí, decidió disolver el gobierno para formar uno “tecnócrata” pero días después renunció para tratar de distender el caldeado ambiente de descontento. En ese contexto, apareció el llamado Cuarteto Nacional de Diálogo de Túnez.
Los parlamentarios del Frente Popular abandonaron la Asamblea Constituyente recién designada para redactar una nueva Carta Magna, y convocaron a una huelga general en repudio al crimen.
El cuarteto, conformado por la burocracia sindical de la Unión General del Trabajo (UGTT); el sector empresarial y patronal representado por la Confederación de la Industria, el Comercio y la Artesanía; la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) y la Orden de los Abogados, se encargó de cristalizar en Túnez un gobierno de tecnócratas, que dejó de lado a las facciones revolucionarias que impulsaron el derrocamiento de Ben Alí.
La plantilla de tecnócratas estuvo encabezada por Mehdi Jomâa, un “outsider” patrocinado por las transnacionales de hidrocarburos que ahora ejerce como flamante Primer Ministro de Túnez.
Jomâa, salido de las filas de la petrolera francesa Total S.A., ha impulsado una agenda de corte neoliberal que incluye el relanzamiento de bancos e instituciones financieras, la persecución de los factores revolucionarios que derrocaron a Ben Alí, la protección de los contratos de las empresas extranjeras y los aumentos en los servicios como el agua, la electricidad y la gasolina.
El cuarteto forzó la aprobación de una nueva constitución en Túnez y en noviembre de 2014 se celebraron elecciones que dieron como ganador a la coalición -heredera del benalismo- Nidaa Tounes, en la figura de Beji Cais Essebsi, quien asumió a finales de ese año.
Para el Comité Nobel, la labor del Cuarteto resulta ejemplar “para todos los que quieren impulsar la paz y la democracia en Oriente Próximo, el norte de África y el resto del mundo”.
Sin embargo, en Túnez la conflictividad sigue latente y ha cobrado la vida, sólo este año, de más de 60 personas en atentados terroristas. JGP
LibreRed/VTV
TOMADO DE: LibreRed.net‏

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