miércoles, 4 de noviembre de 2015

SOBERANÍAS SEXUALES
Temperatura corporal


huevo-frio

Escuché a mi amiga, la periodista, decir: 
“Fulano de Tal es un huevo frío”. 
Con velocidad pasmosa —como suelen tener los hambrientos— imaginé el huevo frito y frío, con la tocineta crujiente y fría, el café aguado y frío y la arepa —hecha con harina precocida de la empresa del gorgojo mayor—, también, fría. Por supuesto que no provoca comer. Y salgo de salío, obviamente: “Pero si es sancochado, no pasa nada”. Ella levantó la ceja derecha, lentamente. Después levantó el rostro. Me miró sin decir nada y pronunció de la manera más enfática del mundo: “Güe-vo-frí-o”. Y lo repitió, sin dejar de mirarme. “¿Me lo estará diciendo?”, pensé. Pero no lo dije. “¡Claro!, a ustedes tampoco les provocaría comerse uno con esas características”. No sonrió.
La manía, si se puede llamar así, de adjetivar el vocablo “güevo”, que como es sabido, aquí en Caracas, se usa para nombrar el “órgano masculino del hombre y de algunos animales que sirve para miccionar y copular”, es muy mala, convirtiéndose entonces, si se puede llamar así, en una muy mala maña, que puede ocasionar confusiones. Si alguien me dice naif, lo merezco. Y empezó la lista de güevos (o huevos) fríos. Primero, obvio, los de la oposición. Fue fácil.
Antes de elaborar la lista de los líderes de esta Revolución, hubo que aclarar el concepto. Luego de varias vueltas con varios desacuerdos, varios cafés y un poquito de humo, quedamos en algo más o menos así: “Alguien que no inspira ni un mal pensamiento”. Después, definir “mal pensamiento” se alargó demasiado, por lo que acordamos suprimirlo del concepto. 
Alguien que no inspira es, en concepto mañanero, un güevo frío. Pero ese concepto es muy ambiguo: la inspiración es muy íntima, si se quiere.
Saldrán defensoras —y defensores— de cuanto güevo frío quiera usted etiquetar. Al final, un concepto inapelable: “Un güevo frío es un güevo que no se calienta”.
Oyendo un discurso del Comandante, en el que contaba la incapacidad de algunos funcionarios para solucionar problemas, sumé ineficiencias. Son güevos fríos, en toda su acepción
Tienen que calentarse, sentir la sangre fluir lenta (si es apresurada, mejor) por los cuerpos cavernosos y hablar con la gente y escucharla, con paciencia y respeto. 
O escucharla con paciencia, sin hablar. Tienen que, necesariamente, caminar. Caminando, cualquier güevo frío aumenta exponencialmente las posibilidades de dejar de serlo. Ir a la oficina o al ministerio caminando. O en bicicleta, si el tiempo no les da. Escoltas, periodistas, jalabolas y todo o toda aquel que tenga, deba o quiera acompañarle, debe caminar o manejar bicicleta. 
La Revolución, para que se sepa, no puede hacerse con
 güevos fríos. Ni con “güevas” frías.
POR GUSTAVO MÉRIDA
@GUSMERIDA1
ILUSTRACIÓN JESSICA MENA
TOMADO DE: http://ciudadccs.info/

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