domingo, 20 de marzo de 2016

tomaron el cielo por asalto

LORENA ALMARZAY


viva-la-comuna
OPINIÓN
> 145º Aniversario de la Comuna de París
LA CLASE OBRERA EN EL PODER
La Comuna de París constituyó un gran movimiento revolucionario impulsado por los trabajadores y trabajadoras, quienes en medio de situaciones muy adversas desarrollaron la primera experiencia de gobierno socialista. 
Aunque algunos meses atrás Marx había expresado que la tentativa de derribar el gobierno sería un desacierto, cuando los hechos estuvieron en pleno desarrollo escribió a Ludwig Kugelmann: “(…) ¡Qué flexibilidad, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio tienen estos parisienses! (…) ¡La historia no conocía hasta ahora semejante ejemplo de heroísmo! Si son vencidos, la culpa será, exclusivamente, de su “buen corazón” (…) De cualquier manera, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza más heroica”.
La valentía y el arrojo de la clase obrera fue valorada por Marx como “prestos a tomar el cielo por asalto”, aunque también alertó sobre el peligro en asumir la misma estructura burocrática-militar burguesa, y propuso: “demolerla” en tanto, “es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente”. Aunque la Comuna de París no llegó a alcanzar sus objetivos, para Marx aquel movimiento constituyó una experiencia histórica para la revolución proletaria mundial.
LA GESTA DEL PROLETARIADO
La formación de la Comuna de París se originó durante el desarrollo de la Guerra Franco-Prusiana en julio de 1870. Napoleón III decidió esta acción bélica confiado en que lograría conquistar nuevos territorios, debilitar a sus enemigos internos y poner fin a la crisis financiera e industrial que asolaba el país. Sin embargo, parece no haber medido la fuerza del ejército de Otto Von Bismarck, el cual no dio tregua y mantuvo a Francia en permanente asedio. Las fuerzas prusianas no solo avanzaron en territorio galo, sino que en el campo de batalla las bajas del lado francés abundaron. Napoleón fue apresado junto con sus soldados y en París, el pueblo, harto de la monarquía y de los horrores de la guerra, tomó las calles exigiendo el fin del imperio y la instauración de una nueva República.
Aunque la Asamblea Nacional no estaba a favor de la III República, la proclamó para no entrar en conflicto con las demandas del pueblo. En este contexto, París fue nuevamente rodeada y se estableció un cerco sobre la ciudad, para lo cual fue necesario instaurar un gobierno provisional para la defensa nacional, que bajo el ideal de la “unidad” contra un enemigo extranjero, convocó a todos los sectores. Además del ejército regular, se creó una milicia denominada la Guardia Nacional, que reunió y entrenó a más de 200 mil personas, las cuales en su mayoría eran trabajadores. Adolphe Thiers, reaccionario y monárquico, fue nombrado jefe de gobierno y encargado de realizar las negociaciones de paz con Prusia, lo cual implicó pago de indemnizaciones y cesión de territorios (Alsacia y Lorena Oriente).
La tarea siguiente de Thiers fue “reactivar la sociedad”, pero se encontró con resistencia en los parisinos, quienes se mantuvieron en rebelión, pues no aceptaban, luego de haber resistido y luchado con fiereza, claudicar ante Prusia y además con tantas concesiones. Para muchos las negociaciones lograron una “paz humillante”. Así que frente a la actitud combativa de los parisinos, se inició una criminalización y la implementación de presiones económicas que, lejos de aquietar ánimos, agitó a las masas populares a continuar en resistencia.
La clase obrera que estaba en la Guardia Nacional tenía formación política y militar; y además todos los distritos contaban con armamento, incluso cañones, lo que significó un doble problema para Thiers, pues obviamente no estaba a favor de la clase obrera organizada, y además debía desmovilizar este cuerpo de defensa ya que, como parte del plan de paz, aceptó reducir sus fuerzas oficiales a un máximo de doce mil soldados.
Vista la situación, planificó la toma de puntos estratégicos de la ciudad para arrestar a los revolucionarios y rescatar las armas. La operación se desplegó el sábado 18 de marzo muy temprano cuando la gente aún dormía. Sin embargo, el pueblo despertó y “prestos a tomar el cielo por asalto” desbordó las calles. Ocurrió que las tropas frente a la multitud se negaron a disparar y terminaron por arrestar a sus propios comandantes y sumarse a la Comuna. Se le “volteó la tortilla” a Thiers, así que no tuvo más opción que ordenar la evacuación del ejército y de los poderes a Versalles.
Al final de la dura jornada, cerca de la once de la noche, el Comité Central de la Guardia Nacional se reunió en asamblea y tomó el edificio Hotel de Ville (ayuntamiento), mientras que otros comandantes ocuparon el resto de los edificios públicos. Se izó una bandera roja en el mástil del ayuntamiento y se convocó al establecimiento de un poder comunal.
LAS MUJERES EN LA COMUNA
Ya en la Revolución Francesa, las mujeres habían alcanzado gran presencia mediante la lucha por sus reivindicaciones políticas y derechos civiles, así como por la organización de las movilizaciones contra el hambre. Las mujeres fueron, sin duda, el alma de la Comuna. Se organizaron en cooperativas, sindicatos y en clubes políticos. 
Crearon el Comité de Mujeres para la Vigilancia, el Club de la Revolución Social y la Unión de Mujeres para la Defensa de París, desde donde convocaron numerosas asambleas y publicaron panfletos de agitación y concientización. 
Fundaron el batallón femenino de la Guardia Nacional, empuñaron armas, cosieron las bolsas para la construcción de barricadas y también trabajaron en la fabricación de armas y municiones. Eso sí, desde cualquier espacio reivindicaron activamente la igualdad de derechos.
Louise Michel, educadora, poetisa y escritora anarquista destaca en su libro La Comuna de París la participación de las mujeres: “Bajé la colina con mi carabina bajo la capa (…) Pensábamos morir por la libertad. Nos sentíamos como si nuestros pies no tocaran el suelo (…) De pronto vi a mi madre (…) todas las mujeres se hallaban ahí. Interponiéndose entre nosotros y el ejército, las mujeres se arrojaban sobre los cañones y las ametralladoras, los soldados permanecían inmóviles. La revolución estaba hecha.”
PROCLAMACIÓN DE LA COMUNA
Así contó Louise Michel el acto de proclamación de la Comuna:
“La proclamación de la Comuna fue espléndida; no era la fiesta del poder, sino la bomba del sacrificio (…) La tarde del 28 de marzo, con un sol claro que recordaba el amanecer del 18 de marzo, el 7 de germinal del año 79 de la República, el pueblo de París, que el 26 había elegido su Comuna, inauguró su entrada en el Ayuntamiento.
Un océano humano bajo las armas, las bayonetas apretadas como las espigas de los campos, el cobre desgarrando el aire, los tambores tocando sordamente y, entre todos ellos, el inimitable redoble de los dos grandes tambores de Montmartre, los que la noche de la entrada de los prusianos y la mañana del 18 de marzo despertaban a París, y con sus palillos espectrales y sus puños de acero le arrancaban extrañas sonoridades.
(…) El pesado rugir de los cañones saludaba con intervalos regulares a la revolución. Las bayonetas se inclinaban también ante las banderas rojas que, como vigas, rodeaban el busto de la República.
En lo alto, una inmensa bandera roja. (…) En un estrado está el Comité Central; delante, la Comuna, todos con el pañuelo rojo. Pocas palabras en los intervalos que marcan los cañones. El Comité Central declara expirado su mandato y entrega sus poderes a la Comuna.
(…) Nada de discursos, solo un inmenso grito. Uno solo: ¡Viva la Comuna!”
LA COMUNA Y LA NUEVA SOCIEDAD
Se decretó la separación de la Iglesia del Estado y todos los bienes de la Iglesia fueron declarados de propiedad nacional. Se instituyó la educación pública para todos y se dio acceso público a los teatros y centros de cultura. A su vez, se estableció la revocabilidad de todos los cargos de gobierno y la obligación de que los funcionarios cobraran el mismo salario de un trabajador. El ejército regular fue suprimido y se estableció “el pueblo en armas”. Se proclamó la igualdad de derechos para las mujeres y se promovieron espacios para su desarrollo político, económico y social. A su vez, se ajustó la jornada laboral nocturna y los talleres abandonados fueron reactivados por los trabajadores, entre otras resoluciones de carácter socialista.
ATACA LA VIEJA SOCIEDAD
Luego de constantes asedios, el ejército de Versalles logró ingresar a París el 21 de mayo e inició la “semana sangrienta”. Esa semana murieron más personas que durante todas las batallas de la guerra Franco-Prusiana. A su vez, hubo más de cincuenta mil arrestados, entre ellos Louise Michel, quien en su juicio exclamó: “Parece que cada corazón que late por la libertad sólo tiene derecho al plomo, pido mi parte”.
Y así “los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja
 sociedad” arrasaron los sueños de emancipación.
TOMADO DEhttp://ciudadccs.info/ 
Y PUBLICADO EN: http://victorianoysocialist.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario