lunes, 8 de agosto de 2016

El infame y secular racismo gringo


En su libro Mitos y falacias de la historia de España, el historiador de esa nacionalidad, César Vidal, cuenta: "Un octogenario acude al médico. Cuando el facultativo le invita a confesarle su problema, el anciano le dice: 'Mire, doctor, yo todos los días mantengo relaciones sexuales tres veces. Eso, es bueno o malo'. El médico mira de hito en hito a su paciente, y le responde: 'Eso no es ni bueno 
ni malo… es mentira'. (¿No le parece, amigo lector, que ese "paciente" con sus alardes al que se refiere el autor, se parece mucho a Ramos Allup y su "motor arrechísimo"?)
"Narro esta anécdota -sigue Vidal-, porque muchas de las afirmaciones que se escuchan -con notable tono dogmático y pontificador- en el terreno de la Historia merecen, de entrada, un juicio semejante. No es que sean buenas o malas, es que son falsas. Lo grave es que muchas de esas mentiras buscan, de manera no tan neutra moralmente, forjar una especie de 'verdad oficial' de la que se espera, no sin razón, obtener beneficios. Éticamente, esos comportamientos sí que son abiertamente perversos. Se trata, en última instancia, de engañar y manipular para someter con más facilidad a los semejantes a sus propios intereses".
Esta reflexión me lleva a plantear lo siguiente: pregunte usted a cualquier persona, de la nacionalidad que sea, y con una escasa o mediana cultura, quién ganó la Segunda Guerra Mundial, y estoy seguro de que una determinante mayoría responderá que fueron los Estados Unidos. Y eso, lo sabemos, es absolutamente falso.
¿Qué ocurrió para que parte considerable de los ciudadanos piensen de esa manera? La explicación la tenemos en la poderosa industria mediática y cultural estadounidense -Hollywood, Disney, CNN, etc-, que han logrado "forjar una especie de 'verdad oficial'", con la que han obtenido pingües beneficios y, por añadidura, engatusar miserablemente al mundo ¡desde hace 71 años! ¡Eso es exactamente lo que ocurre con la "democracia" estadounidense!
Han engañado y manipulado a la humanidad durante más de 200 años haciéndole creer que ese es un país donde "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos", como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1789, refrendada por Estados Unidos. Lo que se busca con esa parodia es "obtener beneficios" y, en su nombre, sojuzgar a otros pueblos, cuyos gobiernos no son tan "democráticos", según ellos.
¡Hipócritas y fariseos! Uno de los "Padres Fundadores" de Estados Unidos, Thomas Jefferson, presidente entre 1801 y 1809, contrajo matrimonio con Martha Wayles, hija de John Wayles. Al morir ésta en 1782, Jefferson mantuvo una relación concubinaria con una joven negra, Sally Hemmings, quien era su cuñada por ser hija de su suegro en una esclava de su propiedad. De esa relación nacieron seis hijos que nunca fueron reconocidos por Jefferson, y a medida que crecían eran vendidos por su padre para evitar "murmuraciones". Quizás esto explique su cínica "máxima", que terminaría marcando, al menos en parte, el rumbo de la política imperialista de los Estados Unidos: "En el dinero, y no en la moral, está la fuerza de las naciones", sentenciaría el mismo personaje en 1803.
"A good indian, is a dead indian"
(Indio bueno, es el indio muerto). 
Ese perverso edicto lo pronunciaría el general yanqui Philip Sheridan en 1869, luego de que las tribus comanches opusieran feroz resistencia en la defensa de sus territorios, en lo que hoy conforman los estados de Missouri y Oklahoma. ¡Y vaya si ejecutó su sentencia! En "defensa" de Sheridan, podríamos agregar que no hizo otra cosa que cumplir las órdenes de George Washington, quien en carta enviada al mariscal de Francia La Fallette, en 1785 -un héroe de la independencia de los Estados Unidos-, le confesó: "Tengo el firme propósito de exterminar a todos los indios que habitan en nuestro territorio, porque se han convertido en un obstáculo para el progreso de la nación".
El pasado 9 de agosto de 2015, 
el joven afroamericano de 18 años, Michael Brown, de Ferguson (Missouri), fue asesinado con seis disparos efectuados por el policía blanco Darren Wilson, a pesar de estar desarmado y con las manos en alto -con el que comenzaría otra más de las recurrentes cacerías de negros en ese país-. Al ser absuelto, declaró que tenía "la conciencia tranquila", añadiendo que "lo volvería a hacer".
Desagravio a los africanos y a sus descendientes, es decir, ¡a toda la humanidad!
De 2 mil 931 muertes en arrestos en los últimos tres años, 32% son de afroamericanos, a pesar de representar el 13% de la población. ¡Cada 28 horas asesinan uno! ¿Y los latinos? (Se sabe que Estados Unidos posee la mayor población carcelaria del mundo, estimada en unos 2 millones 500 mil seres humanos, la mayoría de los cuales son negros y latinos; se sabe también que casi todas las cárceles en ese país son "administradas" por empresas privadas, que a su vez tienen jugosos contratos con poderosas corporaciones que los utilizan como "mano de obra barata"; y que incluso hay jueces que, por una "módica" recompensa, envían a las ergástulas a numerosas personas por delitos menores, por los cuales ningún blanco sería condenado.)
Volviendo al tema: ¿Y cuál fue la reacción del moreno Obama? Colocar cámaras a los policías, para filmar en vivo las "épicas" batidas de negros. ¿Pensaba en Hollywood? Pero no se conformó con eso el simpático hijo de un inmigrante keniano -que paradójicamente ha sido el presidente que más personas en situación irregular o con problemas por documentos ha deportado-, sino que acortó su visita a España a un solo día -tenía previsto quedarse dos- para estar presente en el sepelio de los cinco policías blancos asesinados hace un par de meses.
Me parece muy bien que lo haya hecho, pues se trataba de servidores públicos que merecían su solidaridad porque cumplían con "su deber", aunque ellos no la tuvieran nunca con sus víctimas; pero lo que sí me resulta indecente, en su caso particular, o poco equilibrado, por decir lo menos, es que no se hubiese ni siquiera acercado a los funerales de alguno de las decenas de afrodescendientes que sufrieron tan funesto destino, o acaso peor porque eran más vulnerables.
"Usted nómbreme un problema, una enfermedad, plaga o miseria padecida por millones, y le apuesto diez pavos a que el responsable es blanco", escribe el conocido documentalista estadounidense Michael Moore en su difundida obra Estúpidos hombres blancos.
"Aun así, cuando pongo el noticiario de la noche, ¿qué es lo que veo un día tras otro? Hombres negros que presuntamente han matado, violado, asaltado, apuñalado, disparado, saqueado, vendido drogas; negros sin padre, sin madre, sin dinero, sin Dios… Supongo que nos hemos acostumbrado tanto a esta imagen del negro como depredador, que se nos ha atrofiado el cerebro. 
En mi primera película, Roger & Me, una mujer blanca mata un conejito a golpes para poder venderlo como carne. Ojalá me hubiesen dado un centavo por cada vez que alguien me ha abordado en los últimos diez años para contarme lo 'horrorizado' o 'impresionado' que se quedó al ver el conejito aplastado".
"La Asociación de Distribuidores Cinematográficos de Estados Unidos clasificó el documental 'como no apto para menores', en respuesta al alboroto levantado por la masacre conejil. Y muchos profesores me escriben que se ven obligados a suprimir esas imágenes para no tener problemas a la hora de mostrarlo a sus alumnos".
"El caso es que dos minutos después de la escena del conejo, aparece otra en la que la policía de Flint abre fuego contra un hombre negro ataviado con una capa de Superman, y armado con una pistola de plástico. ¡Jamás, ni una sola vez, se me ha acercado alguien para decirme: 'No me puedo creer la escena del tipo negro! ¡Qué bestia! ¡Me ha dejado hecho polvo!'. Al fin y al cabo, sólo era un negro, no una monada de conejito. Resulta curioso que, a pesar de que son blancos quienes cometen la mayor parte de los delitos, nuestra idea del 'crimen' se encarna casi siempre en un rostro negro".
Desagravio a los africanos y a sus descendientes, es decir, ¡a toda la humanidad!: "Nigra sum, sed formosafiliae Ierusalem" ("Negra soy, pero hermosa, hijas de Jerusalén"), exclama orgullosa y desafiante la Novia en el sensual poema bíblico El cantar de los cantares, de Salomón, a quien el Libro Sagrado reconoce como "el mejor y el más sabio de los hombres". ¿Era negro Salomón? Es por una duda que tengo, como diría Hernández Montoya.
TOMADO DEhttp://misionverdad.com/
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