lunes, 29 de mayo de 2017

El tamaño importa

CIENCIA Y SALUD


Siempre me ha parecido excesivamente condescendiente la tan repetida frasesita “el tamaño no importa”. Y es que – no se ustedes- pero yo nunca he conocido a nadie a quieçn no le importe. 
Ni hombres, ni mujeres. Mi amigo Eduardo me decía ayer: “claro que importa, si no importara, no estarías escribiendo ese texto”.
Al parecer, hay todo un componente políticamente incorrecto en enunciar que sí importa: que si somos falocentricxs, que no se pueden establecer escalas de valoración en relación a los cuerpos, que no es justo hacer sentir a nadie incómodo con su cuerpo…. digamos: donde dice nadie léase nadies masculinos, porque ningún dicho en torno al tamaño se refiere a las tetas. 
Esas si tienen que ser grandes. Ahora, con los penes, otra cosa “No importa el tamaño, sino saber usarlo” (¿¿?? “saber usarlo”).
Lo interesante de que exista todo un debate en torno a si “lo que importa” es el grosor, el largo, el grosor en relación al largo etc. es la fragmentación que implica del encuentro sexual. 
¿Realmente importan las características del cuerpo de UNX de lxs involucradxs? Al parecer, esta lógica es exclusiva y particular de nuestro querido sentido común occidentalizado. 
Aunque en muchas culturas el tamaño del pene estaba asociado tradicionalmente a una serie de mitos en torno a la fertilidad, en lo que a placer se refiere, no era determinante…y no lo era por una insólita verdad asumida como absoluta: el acto sexual se realiza entre dos (o más) cuerpos ergo, el hecho de que sea placentero es una cuestión de coincidencias, más que de longitudes y grosores.

Cuando sale el tema de los tamaños, yo siempre recuerdo una escena de mi vida en la que, absolutamente desconcertada ante la desnudez del chico que me acompañaba exclamé “ah no, tú a mí no me vas a meter esa vaina”. 
Es que, de verdad, en mi caso el mito de que lo grande es bueno, no aplica.  
Me produjo rechazo aquella vez y ya, en este punto de conocimiento de mi cuerpo y mis gustos, tengo clarísimo que hasta puede llegar a incomodarme y mucho. 
Conversando con M., ella planteaba: “no, a mí tampoco me gusta. Me dolía, hay posturas que no podía hacer…nada, yo me quedé con el que mejor se me acomodaba”.  
También hice el ejercicio de preguntarle al chico tunomevasametereso si lo del tamaño le había vuelto a traer problemas y en sus palabras “con algunas compañeras si, con otras no…pero, por ejemplo, con el sexo anal  me cuesta mucho encontrar a alguna chica que quiera…me imagino que mi pareja hasta lo extraña, pero es que de verdad es imposible”.
Según los estudios de Masters y Johnson, efectivamente, los penes más grandes podían representar un “problema” ya que “los hombres con penes pequeños podían entrar en la vaginas más fácilmente y mucho antes en la fase de excitación” mientras que “los hombres considerados con penes más grandes tendrían que esperar (…) hasta que la pareja estuviese lista.”
Aunque con la estimulación correcta tanto la vagina como el ano podrían adaptarse y permitir el goce de penetraciones con diversos grosores, parece que no solo es cuestión de cuerpos. También están los chakras que…mentira. 
No le pongamos tono místico al asunto. 
Están los cuerpos y está la fantasía, como resultado de la reproducción y reinterpretación de lo que el deber ser social nos dice que han de ser los gustos, los sabores y los tamaños. 
¿Cómo construimos nuestras fantasías sexuales? Un alimento recurrente suele ser la pornografía. 
Yo, particularmente, no he visto – ni en las pelis más alternativas–  un pene menor a 21 cm. 
Creo que no abundan, y eso genera unas expectativas muy complicadas a la hora de trasladar el porno a la vida real. 
En primer lugar, porque no hay muchos penes de más de 21 cm dando vueltas por ahí (el promedio latinoamericano oscila entre los 17 y los 19 cm) y, por otro lado, porque (oh sorpresa) ¡de verdad puede ser incómodo!

Si una mujer heterosexual promedio cree que va a terminar gimiendo feliz al ser penetrada por un pene de proporciones inimaginables y en vez de eso siente dolor, pero toda la industria pornográfica-patriarcal la bombardea con que ese-es el tamaño ideal…es muy probable que intente adaptarse y se frustre. 
Mismo caso con hombres homosexuales a los que les gusta la penetración anal. Sobre eso, F.  comentaba que, aunque a él no le gusta tanto el juego con penetración, los penes muy grandes le incomodan incluso en el momento de realizar sexo oral. 
Luego me contaba que sobre sus proporciones (relación largo-ancho) nunca había tenido quejas…y ahí otro punto importante del construir fantasioso del deber-ser corporal. 
Las expectativas con el propio cuerpo.
Si es verdad que los hombres consumen más pornografía que las mujeres, entonces ese brazo del patriarcado-falocentrico los ahorca más a ellos que a nosotras (por una cosa de porcentajes, no de mensajes. 
Ahí si hay equidad: el discurso es igual de opresor para cuerpos femeninos como para cuerpos masculinos). 
Son muy pocos los cuerpos de la vida real  que se parecen, sin intervenciones quirúrgicas, a los que buscan lxs directorxs de casting de las pornos. 
Pero una supone que ante tanto consumo, mucha comparación.  
Sobre ese tema le pregunté a H. y me respondió que – en relación a la pornografía- le parecía que tenía un pene pequeño “como la mayoría de los hombres que he visto” (vale preguntarse: si la mayoría lo tiene pequeño en comparación con las pornos, ¿en relación a qué se plantea lo de “la mayoría”?) y otra vez, el hecho concreto: muchos hombres heterosexuales “evalúan” su tamaño en relación a otros hombres, y no “evalúan” la posibilidad de coincidir – en cuanto a las proporciones-  con la otra persona.




Pero volvamos al punto…¿Existen realmente cuerpos que se amoldan mejor que otros o vamos a insistir en que los tamaños no importan? Según el Kama Sutra, si importan y va en plural porque lo que importa es, otra vez, la coincidencia: hay nueve clases de unión según las dimensiones, y sólo tres son “uniones iguales”, ante seis “desiguales”
“El hombre se divide en tres clases: el hombre-liebre, el hombre-toro y el hombre-caballo” (según el tamaño de su pene), mientras que la mujer, según la profundidad de su vagina puede ser “una cierva, una yegua o un elefante hembra”.  
Entre las posibles combinaciones, las mejores serían entre iguales (liebre-cierva, toro-yegua, caballo-elefanta) y las peores serían: caballo-cierva y elefanta-liebre. 
Todas las otras combinaciones son de calidad media y, entre esas, las “mejorcitas” son: caballo-yegua, toro-cierva. 
También existen combinaciones de otras variables, como el vínculo con el deseo y los tiempos requeridos para la satisfacción.
Todas las recomendaciones y enseñanzas de este libro clásico sobre la sexualidad se centran en la posibilidad de coincidir. 
Esto no debería entenderse como un limitante, en el que si los cuerpos “no encajan” no funciona, pero si puede servirnos para repasar algunos condicionantes de la sexualidad que pasan por la exigencia a los cuerpos de adaptarse a parámetros establecidos bajo criterios comerciales y alejados de la realidad, que no tienen como eje fundamental la posibilidad de dar y recibir placer, sino “aparentar” darlo.
Las apariencias no son objetivas y el placer sexual está determinado por bastantes hechos objetivos. 
Por ejemplo, es objetivo que a veces los penes más grandes molestan y duelen aunque “en apariencia” sean más “tentadores”
También es objetivo que los penes grandes pueden facilitar ciertos jugueteos. J.P, un amigo que prefería la penetración anal por sobre cualquier otro juego,  recomendaba como el mejor lubricante “la saliva que sale junto a la arcada, cuando introduces el pene hasta el fondo de la garganta” y bueno, es objetivo que hay penes que no llegan a la garganta de nadie.  
Sí, son hechos objetivos. Mientras tanto, existe un plano subjetivo de la vida sexual que se edifica, entre otras cosas, sobre la construcción fantasiosa que nos lleva a anhelar que alguien – o nosotrxs mismxs- cumplamos con ciertos  parámetros estéticos de tamaños y formas, que se supone condicionan el placer. 
La realidad tangible puede no adaptarse nunca a eso, así que seguramente sea más sano buscar que nuestros cuerpos coincidan a exigirle a los cuerpos que coincidan con fantasías que no forzosamente se basan en la capacidad real de dar placer.
Todo eso de que los cuerpos coincidan , dicho tan mecánicamente, puede generar molestia, porque estamos acostumbradxs a relacionar sexo con amor y puestas en ese plano, lo corporal “se supone” que no debería importar tanto.
 Pero importa. Para no herir sensibilidades,  se puede modificar “la frasesita”, digamos: si hay amor, el tamaño a veces no importa. 
Cuando es puro sexo, el tamaño importa. Siempre.

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