¿La cifra
7.186.170 es una victoria para quién?
Por
Simón Herrera Venegas
VENEZUELA
| 17 DE JULIO DE 2017
Este domingo 16 de julio la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) realizó en sus filas un plebiscito, que luego les dio por llamar “consulta popular”, pero eso es harina de
otro costal.
Sin el apoyo técnico del CNE y sin la
posibilidad de auditar ese proceso, en la noche del domingo anunciaron que
habían participado 7.186.170 personas, por supuesto
con una victoria indiscutible de la opción que ellos esperaban, que era el “sí”. Haciendo el salto en el vacío que representa
analizar resultados tan pronto: ¿esta cifra es una victoria para la oposición?
Este número
tiene varios espejos en los cuales mirarse, pero solo vamos a escoger los dos
más recientes: las elecciones presidenciales de 2013 y las legislativas de
2015.
En 2013, tras la muerte de Chávez y una
campaña electoral fugaz e inesperada para todos, Maduro ganó por una mínima
diferencia de 1,49%. Sorpresivamente para todos, Capriles sacó 7.363.980 votos.
Luego, en
2015, la oposición siguió avanzando y en las parlamentarias del 6 de diciembre
obtuvo 7.707.422 votos, con lo que le propinó una aplastante derrota al
chavismo.
Bueno, el asunto es que con 7.186.170 “voluntades”, estamos hablando de 177.810 y 521.252 votos
menos respectivamente a esas elecciones anteriores.
No solo sacaron menos, sino que la diferencia
se abultó con cada proceso. ¿Qué pasó?
Por
supuesto, estamos hablando de tres procesos que son profundamente diferentes.
Tal vez una elección presidencial solo puede
compararse con la siguiente presidencial.
Pero existe un contexto que ha ido
profundizándose en términos críticos sobre los problemas que aquejan a la
población.
¿Podemos decir que existe más descontento que
en 2014? Sí ¿Ese descontento ha movilizado más gente entonces hacia la opción
opositora?
Por los resultados del plebiscito, no.
Matemáticas y
excusas
El primer
argumento que lanza la oposición es que el CNE para un proceso electoral
ordinario instala en el país cerca de 45 mil mesas de votación y ellos para
este plebiscito apenas tuvieron 14 mil.
Si aplicamos la matemática fantasiosa de este
caso, como copia y calco del resultado, eso querría decir que con 45 mil mesas
de votación la oposición saca ayer 22 millones de votos.
En este caso, 22 millones de “voluntades” en contra de la Constituyente, del proceso
bolivariano, y de Maduro.
Ahora, ¿pueden 7,1 millones de personas
responder 3 preguntas en 14 mil mesas de votación en un rango de 12 horas?
No seré aguafiestas y no
diré que no, pero en todo caso es poco probable.
Analizando
las condiciones de este proceso, si calculamos que cada persona tardó 2 minutos
en responder las 3 preguntas, la multiplicación del total apenas roza los 4,5
millones de votos.
Pero además
de ello, en nuestra amplia experiencia electoral, sabemos que las mesas de
votación no se cierran mientras haya votantes en las colas.
Entonces,
¿por
qué anunciaron resultados a las 11 de la noche?
¿No había más gente en las colas?
¿Le
cerraron las puertas en la cara a su propia gente?
Si
habían pronosticado al menos una participación de 11 millones de personas, ¿no
esperaron por los otros 4 millones?
En honor a la verdad, ni 7,1 ni 4,5 millones de
personas son cifras despreciables,
¿Pero
por qué abultar un resultado en un proceso que evidentemente tenía carencias
técnicas?
¿No es acaso cierto que todas las
encuestadoras hablan de un 80% de rechazo a la gestión de Maduro?
¿Acaso la dirigencia opositora no afirma que
sus convocatorias de calle –violentas o no- en los últimos 100 días “suman cada día más gente”?
¿Quién
responde estas preguntas?
Simbología
truncada
En su afán
de “abrirle los ojos” al chavismo, cualquier
opositor de a pie me diría que debo darme cuenta que el resultado es
irrelevante y que el descontento es real.
Pero,
aunque el descontento es real, lo cierto es que el resultado en este caso sí
importa.
Todos sabíamos ya que el plebiscito no era
vinculante, pero actores políticos como Henry Ramos Allup y Luis Vicente León
afirmaron que el valor del plebiscito
residía en su simbolismo político.
Es decir, es una consulta que iba a “reflejar el verdadero sentir del venezolano”.
Pero, si ese
plebiscito hubiere sido vinculante y la única pregunta hubiese sido “¿Desea
usted que el presidente Maduro renuncie inmediatamente al cargo de Presidente
de la República?”, les cuento que tendríamos aún el mismo presidente.
¿Por
qué? Porque habrían tenido que sacar al menos un voto más que los obtenidos en
abril de 2014, es decir: 7.505.338.
Por supuesto, no estamos contando la cantidad de
votos que pudieran estar duplicados o de los votos de menores de edad que a
efectos de un proceso electoral formal no tendrían participación.
Cuando la
oposición anunció la convocatoria a este plebiscito, hace dos semanas, lo
vendieron como un evento histórico que cambiaría el rumbo de la “lucha” opositora, que participarían al menos 11 millones de personas, que luego de 100 días
de protestas eran cada vez más voluntades contra Maduro y que, finalmente, les
serviría para frenar la iniciativa Constituyente para el 30 de julio.
Creo que no hace falta que yo responda a
estas preguntas.
Y por
último, pero no menos importante, si a final de cuentas el verdadero valor del
plebiscito es político y sirve como trampolín para que la MUD continúe en su
agenda –cual sea- ¿por qué quemar las pruebas de su triunfo?
Dudo que en una mesa de póker el jugador que
sabe que tiene la mano ganadora queme sus cartas antes de lanzarlas a la mesa,
a menos de que el bluff sea insostenible ya.
TOMADO DE: http://www.albatv.org/
EN: Facebook//ADOLFO LEON,
EN: Twitter@ victoriaoysocialista y
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