viernes, 1 de diciembre de 2017

29.NOV.2017

Foto: Cortesía PSUV Miranda
Foto: Cortesía PSUV Miranda
Por: Richard Canan

El Imperio Norteamericano tiene la obcecada manía de ejecutar sin misericordia la aniquilación programada y sistemática de pueblos enteros. Perpetrando la destrucción, con total impudicia, por simple antojo, miedo o delirio imperial. 
En las últimas décadas ha dejado un terrible legado de destrucción y muerte, arrasando con millones de vidas, con culturas y formas de vida milenarias.

Absolutamente todo lo que toca el Imperio Norteamericano lo destruye, lo corrompe, lo pervierte, dejando su impronta de torpeza, soberbia, ignorancia y peor aún su sanguinaria forma de dirimir diferencias, por medio de la aniquilación total del adversario. 
El imperio del mal solo dialoga con otros pueblos a punta de misiles, Marines e invasiones. 
Donde despliegan sus tropas “liberadoras” allí más nunca vuelve la paz. 
Solo hay que repasar los padecimientos de los últimos años en Afganistán, Irak, libia o Yemen. 
El resultado en todos estos países es similar. 
La intervención militar y política extranjera se ha traducido en la desaparición del Estado-nación. 
El Imperio Norteamericano ha provocado millones de muertos, heridos, desaparecidos, desplazados, exiliados. 
La destrucción de ciudades completas, de su infraestructura, de sus servicios (agua potable y electricidad). 
Ha destruido todos los medios de producción agrícola e industrial, dejando a estos países totalmente postrados económicamente.

Estados Unidos es, sin duda, el imperio colonizador más sanguinario y rapiñero en toda la historia de la humanidad. 
Ni siquiera guarda las formas como el Imperio Británico, que con su British Commonwealth of Nations, mantiene “subordinado” a más de 50 países, desde Canadá hasta Nueva Zelanda. 
Allí la reina es la que manda y todos contentos. 
Pero el Imperio Norteamericano, luego de arrasar con los países, impone presidentes y gobiernos títeres que solo representan a facciones minoritarias, que finalmente no tienen ningún tipo de ascendencia política sobre la población, no tienen control alguno sobre el territorio y menos de los recursos naturales que terminan siendo saqueados (sobre todo el petróleo).

Uno de los pocos países que ha resistido con gallardía el método de aniquilación y destrucción del Imperio Norteamericano, es Siria. 
Este pueblo valiente y su gobierno se mantienen erguidos, a contra corriente, resistiendo los embates de las fuerzas terroristas auspiciadas directamente por la alimaña destructora en que se ha convertido Estados Unidos para los pueblos del mundo.
Aquí no hay nada de acciones encubiertas o la más mínima discreción. 
Estados Unidos abiertamente ha financiado, armado y entrenado a fuerzas terroristas y facciones en contra del gobierno legítimo del presidente Bashar al-Ásad. Peor aún, han desplegado sobre el terreno mercenarios (contratistas lo llaman descaradamente) y personal militar norteamericano violando las normas internacionales.
Desde el año 2011, el Imperio Norteamericano ha provocado un verdadero genocidio en Siria. 
Las cifras son más que dramáticas y evidencian las graves consecuencias en vidas humanas y en las condiciones sociales y económicas que ha tenido que pagar el pueblo sirio por el antojo de Estados Unidos. La guerra impuesta y azuzada en contra del país ha generado más de 470.000 muertos y 117.000 desaparecidos; 27.000 edificios han sido destruidos (las escuelas de 2.800.000 niños se encuentran inoperativas); el PIB cayó de 60.000 millones de dólares en 2010 a 24.000 millones en 2016 y el desempleo pasó de 8,6% en 2010 a 60% en 2016. Según ACNUR, más de 5 millones de personas han huido de Siria (principalmente hacia Europa) y otros 6,3 millones de personas han recurrido al desplazamiento interno para salvar sus vidas, lo que representa la movilización directa de más de la mitad de la población total del país. 
Un desastre de apocalípticas proporciones, por la irresponsabilidad y torpeza del Imperio Norteamericano.
Pero Siria sigue resistiendo y avanzando con fuerza en la recuperación de su territorio. 
La derrota de las fuerzas terroristas es un camino directo hacia la consecución de la paz. 
En la senda de convivencia política, han propuesto la realización del “Congreso de los pueblos de Siria”, como mecanismo de diálogo y participación política de todos los sectores. 
El diálogo y la paz son el camino. 
No la violencia imperial.

Borges, el amigo íntimo del Imperio
¿Quién quiere al sanguinario Tío Sam como amigo? Pues solo el miserable apátrida de Julio Borges. 
Ninguno de sus amos y patrones del Departamento de Estado, lo salvarán de enfrentarse con la justicia. 
Cuando la CIA desclasifique sus documentos secretos sobre las docenas de intentos de golpe de Estado de Estados Unidos en contra Venezuela, allí aparecerá retratado Borges, como el mayor chicharrón golpista (Borges, The Betrayer Big Pig). 
Nadie quiere a los traidores, nadie quiere a los que atentan contra su propia patria.

TOMADO DE:   http://www.psuv.org.ve
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